jueves, julio 15, 2021

Consejos de interpretación a quien vive un personaje: la cuerda floja, por la guerra uruguaya de la mirada masculina

Cuando el personaje que representas debe dudar entre hacer y no hacer, te tienes que imaginar en el medio de una cuerda floja: a un lado, la plataforma sujeta al suelo de los pros; al otro, la de los contras. Y abajo, la nada, el vacío, el final, la eternidad. Tienes que sentir que los pros y los contras te están llamando hacia su aparente equilibrio. Escúchalos. ¿Ya los oyes? ¿Cuáles gritan más? Notas detrás del oído cómo te late el corazón, y con cada pulso, una nueva pulsión, hacia un lado o hacia el otro. Por fin, te decides. Inclina el peso hacia el lado que resuena más fuerte en tu cabeza. Levanta el pie más alejado de tu destino. Eleva los brazos, que parezca que planearían por ti si ese pie te fallara. Úsalos como el final del péndulo que es tu cuerpo hasta que el pie levantado finalice el paso hacia el lado que está tirando de ti. ¿Aún lo escuchas? ¿Te sigue clamando con fuerzas renovadas ahora que le haces caso? ¿O acaso, al ver que te dirigías hacia él, se ha confiado, se ha calmado, ha empezado a descansar hasta que vuelvan tus dudas? Y el otro, ¿se ha dado por vencido al ver cómo te alejas, o, al contrario, se desgañita con rabia, te pide que le mires, que vuelvas hacia atrás? Y tú, ¿hacia dónde vas ahora?

Será decisión tuya lo que haga tu personaje, pero sin este juego interno ningún observador te verá dudar. Te verá hacer que dudas. Y eso no funciona ya en el siglo XXI, porque nos hemos atiborrado de malas interpretaciones en series siesteras y películas estrenadas directamente en televisión.

A quienes hacen que hacen se les notará especialmente cuando se interpretan a sí mismos si ya los has visto hacer en situaciones orgánicas. Digamos, por ejemplo, que en situaciones orgánicas dudan porque no saben cómo decirte que te van a despedir. En situaciones precocinadas se notará que hacen que dudan de si deberían decir algo y cómo hacerlo.

Pero siempre que interpretes a un personaje, tienes que conocer su motivación interna. Qué es lo que le mueve a la acción. La razón por la cual disparará una pistola en el tercer acto tiene que mover al personaje desde antes de que salga al escenario. Cada frase, acción o movimiento tiene que estar justificada en la razón última. Así que, cuando vivas el personaje tienes que saber por qué dijiste eso. ¿Qué ha entendido tu espectador sobre ti dado aquello que dijiste?

Entenderá que lo dijiste esperando una reacción de tu público: si es positiva, adelante, dirígete a la acción (o, alternativamente, refuerza tu ego sabiendo que la acción sería bien recibida). Si es negativa, busca la compasión, ejercita el victimismo, di que es broma o mentira.

Yo he sido en esta ficción de la mirada masculina la maga Magalí Guerra, la excusa que Lucas necesitaba o bien vengarse o bien volver a un momento anterior a las decisiones, cuando las alternativas eran probables en la báscula, los errores pesaban menos que la atracción de la incertidumbre, o bien salir de la repetición de doce años de rutinas idénticas, de comer en casa de los padres de otra persona, de hablar en plural y cuadrar las agendas para las vacaciones. Pero esa no es la Guerra. La Guerra no existe. La Guerra es una fantasía masculina creada con golosinas de la realidad y adornada con cuatro milenios de historias de poder desigual entre una mitad y otra y frenada por una mitad nueva que despierta y se reinventa.

Una mejor elección de las palabras hubiese reducido a la mitad el total de las mentiras.

 

sábado, enero 25, 2020

esta es la vida de la que me advertían las moralejas de todas las historias

estás viviendo un sueño solo que no es el tuyo

martes, enero 14, 2020

tsundoku

gasto mi dinero sin saber que no pretendo con ello adquirir más libros sino comprar el tiempo para leerlos

quién quiere el cielo eterno sin todas las historias, unirse a la omnisciencia sin la duda intermedia

sábado, junio 22, 2019

 Como a la insulina, a la adrenalina, a la cafeína, también puedes crear resistencia a la emoción.

Mis sentidos recogen sensaciones pero es tal la resistencia que mis células han creado, a base de sobreexposición, que no puede entrar a través de sus membranas más que la seguridad de que ahí fuera algo está pasando.

Me ilusionan las experiencias cuando pertenecen al futuro. Me decepcionan en el presente. Pienso: esto no es la sensación total. Me falta algo. Toda la cultura que he consumido a lo largo de mi existencia me ha vacunado contra mis propias experiencias.

¿Por qué no puedo vivir lo que me han descrito y prometido siglos de civilización? ¿Lo sintieron o lo crearon?

domingo, abril 21, 2019

¿Cómo sabes si un sentimiento es intrínsecamente tuyo, que nació de ti, de tus experiencias y reflexiones, o si fue colocado por intereses ajenos o simplemente porque te tocó nacer y vivir en un momento y lugar determinado? ¿Invalidan mis pensamientos, opiniones y sentimientos los últimos dos casos?

Me da vértigo la vida. El camino recorrido, las decisiones tomadas, las pospuestas y las ignoradas. Y sobre todo, me angustia mirar al futuro y ser consciente de la cantidad de posibilidades a mi vista y sentir que los únicos caminos que me harían feliz están cerrados desde hace años.

Me recuerdo que soy lo más joven que voy a ser jamás, que si quiero cambiar algo (y tengo que cambiar algo) tiene que ser ya.

A la vez pienso: pero qué dices, melodramática. Quién está donde tú a los 25.

No sé, pero ojalá no yo. Ojalá yo, pero no así.

Ojalá así en otro mundo, en otro contexto.

Estás condenada a ser infeliz porque nunca estarás satisfecha contigo. Creías que se podría todo, y aunque ya sabes que no, el casi todo te sabe a poco. Se queda corto.

Pero yo venía aquí a preguntar otra cosa: ¿La gente adulta tuvo claro en su juventud lo que quería hacer? ¿Es una enfermedad hereditaria en la que cada generación inculca a la que le sucede lo que ellos querrían haber hecho de no haber tenido una generación precedente también frustrada en no haber cumplido sus propias expectativas?

sábado, marzo 23, 2019

bratislava. such a strange feeling being here again

i feel i am the same, yet so different

Si a mi vuelta de Erasmus reiteré que no puedes volver a casa dos veces, siento lo mismo pisando de nuevo estas calles.

Las noto, en parte, tan ajenas, tan lejanas, como si no hubiera sido yo misma la que recorrió una y otra vez los escasos rincones hace tan solo tres años. 

Y de repente, pienso: "guau, otra vez aquí, en el sitio en el que J y yo compramos la pizza más mala de la historia" o "por estas calles volví llorando sintiéndome fuerísima de todo".

Y hoy, otra vez, en el Bar On, he notado que no pertenecía al grupo, que no pintaba nada. Y solo me apetecía irme, dormir, madrugar mañana y salir sola, andar sola, desayunar sola, leer sola...

Y me rayo también pensando cómo encajar mis ganas de estar sola con mis ganas de proyectos con gente. El mismo fókin track de la vida de siempre.

Me encanta esta ciudad decadente que aún no se ha caído a trozos. Tengo infinitas ganas de volver a ver mi nombre escrito en el suelo del aparcamiento de la uni. Recuerdo lo que me gustó pintarlo. Que estas sean las chorradas que me hacen ilusión en la vida me asombra infinito.

Anoche no podía dormir imaginándome siendo el muñequito de Google Maps al que haces moverse por las calles. Me sorprende orientarme en esta ciudad como si hubiera vivido aquí toda la vida y hasta ayer. A la vez, me sorprenden tiendas, bares, locales, que ignoro si ya estaban allí hace tres años, pero que nunca había visto. Espero recordar esta sensación tal y como recuerdo la intensidad de mis últimos días de Erasmus, cuando me preguntaba si sería la última vez de cada cosa que ocurría.

Siento que guardo más cariño a la ciudad que a la gente. Bratislava fue un tiempo de autoconocimiento, peleas y reconciliaciones con mi cuerpo y con mi alma, y quizás eso me llama y me aterra a volver a verla entera.

Dudo que alguien que no haya hecho Erasmus en un momento tan moldeable de su vida pueda imaginar y empatizar con lo que representa una ciudad. El antes, el después, el proceso, el aprendizaje, el progreso no siempre lineal ni creciente.

sábado, mayo 12, 2018

Cuando era pequeña, en las noches de verano, mi madre mirando al cielo identificaba la fase de la luna: "Hoy decrece". O "hoy está creciente". 

"Cómo lo sabes, mamá". 

"Porque la luna es una mentirosa: cuando está Creciendo es una D. Cuando Decrece, una C".

Yo hoy pienso que no es su intención engañar a nadie.

Solo quiere mirarse al espejo y recordarselo a sí misma. Que todo son fases. Que no está loca. Que solo es cíclica.

domingo, abril 15, 2018

alcaraz 

eres la paradoja de un tiempo infinito que ya se ha acabado

madrid

eres la madre a la que no llamas lo suficiente y que sin embargo estará para mimarte siempre que estés enferma

manhattan

eres segunda y consciente adolescencia. eres reflexionar a no pararse a pensar

bratislava 

eres soledad rodeada de gente, café y decoración impar

tel aviv

eres tan fugaz que temí dejarte por explorar

barcelona

eres libertad aun cuando lo amarillo en tus estrellas me recuerda que estoy aquí de más

lunes, abril 02, 2018

Viajeros a Barcelona, al tren

El secreto está en huir de casa lo suficientemente pronto como para conseguir defectos distintos de los que siempre te juraste no adquirir.

sábado, marzo 31, 2018

 Érase una vez una niña que disfrutaba cantando, leyendo, bailando y viendo felices a los demás.

Tanto se empeñó en seguir viendo a todos felices que fue alejándose de ella para convertirse en quien  parecía que todos quisiera que fuera.

Fue así como prescindió de cantar, leer y bailar, porque los nuevos proyectos de la persona en la que tenía que convertirse consumían todos sus recursos.

Entonces fue cuando la emoción, que no tenía canal por el que transmitirse ni medio en el que volcarse, la fue llenando (primero, gota a gota, y, de repente, a jarrazos) hasta que, un buen día, explotó en miles de piezas de puzzle con las que todos pudieron formar a la niña que preferían.

FIN