He entregado el TFG. Debería estar irradiando felicidad: a falta de presentarlo, ya soy ingeniera, y estoy de vacaciones (de hecho, me voy mañana a Croacia), pero aquí estoy, a la una de la noche, con la maleta sin hacer y llorando en silencio (si hay algo que me ha enseñado el Erasmus es a esto, a que Margarita no se entere de que me siento como una mierda por dentro).
Todo el mundo recuerda su año de Erasmus como el año de su vida en el que hicieron un montón de amigos de mil lugares, se emborracharon infinidad de veces con bebidas desconocidas, recorrieron el mundo de resaca, creando recuerdos de los que reirán toda la vida.
Todos menos yo, que recordaré el Erasmus como el año en el que definitivamente caí en la depresión de la que me he ido librando desde los 16, cuando aprendí a contenerla a base de colores vivos, tonalidades mayores y carbohidratos simples.
En este año, mi indiferencia hacia a la gente se ha intensificado, a la vez que mi sentimiento de culpabilidad por mi introversión. A esto se le ha sumado el aburrimiento crónico de quien tiene tiempo infinito para una sola tarea y a la cercanía de la despensa al lugar de trabajo. Boom.
Demasiado tiempo para pensar en qué clase de persona me estoy convirtiendo. Cuándo empecé a ser así. Zeus, ¿fui siempre así? ¿Por qué nunca he confiado en contarle a nadie cómo me he sentido? ¿Por qué soy incapaz de sentir aprecio por nadie? ¿Cuándo dejé de creer en la gente? ¿Cuándo asumí que sola es la única manera? ¿Por qué odio ser así pero no quiero cambiar nada? ¿Es que nadie se da cuenta? ¿Por qué espero a que alguien me salve pero aparto a quien se acerca a ayudarme?
viernes, mayo 27, 2016
miércoles, mayo 25, 2016
domingo, mayo 15, 2016
36.000 palabras de procastinación. O de cómo tengo cinco días para hacer el TFG
Hola, sí, soy yo. Bien, ¿y tú? Me alegro.
Aprovecho que a todo el mundo se le ha olvidado que Mandarina tenía un blog para matar la ansiedad que me provoca el haber perdido tres meses y pico y tener que escribir sobre no sé muy bien el qué para el viernes que viene.
¿En qué has invertido estos últimos tres meses, en vez de a currar en el Trabajo de Fin de Grado de esa carrera que te apasiona?, os estaréis preguntando.
¿En aprovechar el Erasmus para viajar? Meh, no del todo. Algún viaje me he pegado, pero pensaba que en mi año de Erasmus recorrería Europa y la verdad es que he descubierto que soy una comodona a la que le gustan las duchas sin honguitos, los colchones mullidos y tener siempre otro par de zapatos secos al que poder recurrir en caso de lluvia continental.
¿En encontrar al guiriamor de tu vida? Desde luego que no. Cada día que pasa me doy más cuenta de que voy a tener que empezar a cogerle cariño a los animales porque tener gatos es lo único que evitará que muera sola.
Bueno, no importa, ¿en hacer muchos amigos? ¿en salir de fiesta, en pasártelo bien? Pues tampoco. Soy un coñazo de tía con ligera fobia a socializar. Y abstemia. Este mix no promueve eso de que hable con la gente y demuestre todo lo que tengo para dar al mundo, como que tenía un blog en mi última etapa de adolescencia, que lo dejé por Twitter, a Twitter por Instagram y a Instagram por la llegada de la edad madura de esa en la que trabajas y te quejas de los jefes.
Entonces, ¿en realizar esas metas personales que en nuestra vida cotidiana no podemos hacer por falta de tiempo o de medios? Puede, si esas metas personales pasan por dormir nueve horas al día, comer por encima de tus posibilidades y quejarte por WhatsApp del mal tiempo que hace en este país de mierda.
Aprovecho que a todo el mundo se le ha olvidado que Mandarina tenía un blog para matar la ansiedad que me provoca el haber perdido tres meses y pico y tener que escribir sobre no sé muy bien el qué para el viernes que viene.
¿En qué has invertido estos últimos tres meses, en vez de a currar en el Trabajo de Fin de Grado de esa carrera que te apasiona?, os estaréis preguntando.
¿En aprovechar el Erasmus para viajar? Meh, no del todo. Algún viaje me he pegado, pero pensaba que en mi año de Erasmus recorrería Europa y la verdad es que he descubierto que soy una comodona a la que le gustan las duchas sin honguitos, los colchones mullidos y tener siempre otro par de zapatos secos al que poder recurrir en caso de lluvia continental.
¿En encontrar al guiriamor de tu vida? Desde luego que no. Cada día que pasa me doy más cuenta de que voy a tener que empezar a cogerle cariño a los animales porque tener gatos es lo único que evitará que muera sola.
Bueno, no importa, ¿en hacer muchos amigos? ¿en salir de fiesta, en pasártelo bien? Pues tampoco. Soy un coñazo de tía con ligera fobia a socializar. Y abstemia. Este mix no promueve eso de que hable con la gente y demuestre todo lo que tengo para dar al mundo, como que tenía un blog en mi última etapa de adolescencia, que lo dejé por Twitter, a Twitter por Instagram y a Instagram por la llegada de la edad madura de esa en la que trabajas y te quejas de los jefes.
Entonces, ¿en realizar esas metas personales que en nuestra vida cotidiana no podemos hacer por falta de tiempo o de medios? Puede, si esas metas personales pasan por dormir nueve horas al día, comer por encima de tus posibilidades y quejarte por WhatsApp del mal tiempo que hace en este país de mierda.
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