Sería mucho más fácil escribir sobre el tema si yo fuera la víctima. Más... poético. Pero resulta que sé que soy yo la mala de la película, y eso complica el metaforearme y regodearme en el dolor, del que carezco a estas alturas.
Recordándo el último episodio, mi última aparición en escena (aquella con premeditación y alevosía) desde la distancia de hace un par de semanas, me parece que intentaba suplir la falta de amor propio con la estima que seguro que él me daría.
Soy peor que mala.
Y espero, en vano, que no lo lea, ahora que está de vacaciones.
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