Todo el año deseando que llegue el verano, añorando estos días y escribiendo planes que llevar a cabo cuando no tuviera nada que hacer.
Ahora malgasto los minutos delante de un ordenador cuando ya se me han acabado las cosas que hacer, cotilleo vidas ajenas y veo carteles que ni siquiera me hacen gracia.
Todo esto es porque estoy en banca rota, que ya no me queda un duro que gastarme en rebajas o siquiera en viajes de metro, y estamos a día 22. Para más inri, me gasté lo que me dieron por mi cumpleaños antes de la fecha del mismo.
Le he empeñado mi ordenador a mi hermana para comprarme un pintauñas y no sé qué mierdas más.
Lo admito, soy una compradora compulsiva. Y sí, compro cosas que no me hacen falta, otras que no sé con qué ponerme y hasta algunas que no me quedan bien, pero que espero que algún día lo hagan (todavía no he trazado mi maravilloso plan para lograrlo, pero lo haré, lo haré).
Pero el dinero está para gastarlo, por sí solo no se come ni sabe planchar ni te aprueba los exámenes. No sirve para nada más que para emplearlo en cosas.
Además, si te piensas mucho el comprarte algo o no, cuando vuelvas se lo ha llevado ya alguien (que ya me pasó el día previo a las rebajas: rechacé el comprarme una camiseta por el simple hecho de que estaba segura de que al día siguiente lo encontraría a la mitad, y fíjate por dónde, cuando volví ya había volado).
Por ello y a pesar de todo, mi consejo es el siguiente: mientras podáis, gastad, gastad. Y así contribuís a que se acabe la crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario