miércoles, agosto 31, 2011
martes, agosto 30, 2011
Ojos de sapo, según Naranjita.
Me he hecho las fotos para el carné de la Uni y del bono del metro. Y ¡salgo como el culo! Eso es hasta normal, no soy precisamente fotogénica. O bueno, son esas cosas que nos pasan a todos: que no nos vemos igual en las fotos que en el espejo, nos causa extrañeza y nos parece que salimos mal y luego hasta hay gente que hasta le gusta la foto que nunca pondríamos de principal en ninguna red social (Debe ser que me odia, cómo dice que estoy bien en esa foto, Zeus de mi vida y de mi corazón).
En fin, a lo que iba, que salgo con unos ojos de sapo (que puede que también los tenga normalmente, pero desde el ángulo en que me veo yo, siempre son perfectos) y ME DA EXACTAMENTE IGUAL. Es toda una revolución mundial. Un documento oficial que no cambiaré en no sé cuánto tiempo, que va a ver mazo de gente (incluyendo los amigos cabroncetes que querrán ver la foto para reírse de cómo sales sin importar cómo salgas) y me da igual salir con ojos de sapo. Espero que me dure, queridos.
En fin, a lo que iba, que salgo con unos ojos de sapo (que puede que también los tenga normalmente, pero desde el ángulo en que me veo yo, siempre son perfectos) y ME DA EXACTAMENTE IGUAL. Es toda una revolución mundial. Un documento oficial que no cambiaré en no sé cuánto tiempo, que va a ver mazo de gente (incluyendo los amigos cabroncetes que querrán ver la foto para reírse de cómo sales sin importar cómo salgas) y me da igual salir con ojos de sapo. Espero que me dure, queridos.
lunes, agosto 29, 2011
[...] llevo la risa a flor de piel [...]
En un ramalazo de optimismo así que me viene de repente, con la risa a flor de piel, que dirían los Garaje Jack, me está dando por sonreír y ser feliz y sentirme chachi y dormir súper bien y esas cosas que no me pasan nunca.
En fin, y como tengo que meditarlo todo en vez de disfrutarlo, porque soy así de especial, me cuestiono: ¿y esto a qué viene ahora mismo?
"Mandarina está enamorada". Los cojones. A no ser que se trate de mi ordenador o de mi habitación desordenada o de los textos de Noguera o de la montaña de ropa por planchar que tengo aún pendiente, porque es lo único con lo que estoy quedando en estos días en los que nadie vive en este infierno lleno de asfalto que multiplica el calor por veinte.
No, ¿sabéis lo que pasa? Mi cerebro es consciente de que se le está acabando el chollo. Igual que antes de un tsunami, el agua del mar retrocede un huevo, pues lo mismo. Bua, no sé si está claro ese ejemplo, pero yo me entiendo. A ver si os lo explico: Antes de volver al horror de estar tardes enteras sentada en una silla tratando de descifrar toneladas de apuntes que tuvieron mucho sentido el día que los escribí, pero que ahora no hay Zeus que los entienda; antes de volver a llamar llorando a algún alma caritativa que, con voz calmada, me re-explique aquello que sonaba a chino pero gracias a ella, ahora es tan claro como el agua; antes de volver a inflarme a comer mierdas calóricas por el estrés que acarrean los exámenes, mi cerebro ha decidido tomarse la última cena cual reo condenado a muerte. Ya que no le he premiado con un verano de lujo, pues se tendrá que buscar él solito la revancha a un par de años de puntuales ganas de cortarse las venas.
Y este año me plantearé la vida de una manera nueva: me voy a dejar las venas largas, porque me va a dar igual aprobar en la tercera convocatoria. Y si repito tres años, tres años más que tengo para vivir del cuento. Que Clemente ya me ha dicho que me aguanta vivendo en casa hasta los treinta.
Pero no se lo digáis a mi cerebro aún, que se crea que vuelve la destrucción posvacacional y que me deje disfrutar mientras.
En fin, y como tengo que meditarlo todo en vez de disfrutarlo, porque soy así de especial, me cuestiono: ¿y esto a qué viene ahora mismo?
"Mandarina está enamorada". Los cojones. A no ser que se trate de mi ordenador o de mi habitación desordenada o de los textos de Noguera o de la montaña de ropa por planchar que tengo aún pendiente, porque es lo único con lo que estoy quedando en estos días en los que nadie vive en este infierno lleno de asfalto que multiplica el calor por veinte.
No, ¿sabéis lo que pasa? Mi cerebro es consciente de que se le está acabando el chollo. Igual que antes de un tsunami, el agua del mar retrocede un huevo, pues lo mismo. Bua, no sé si está claro ese ejemplo, pero yo me entiendo. A ver si os lo explico: Antes de volver al horror de estar tardes enteras sentada en una silla tratando de descifrar toneladas de apuntes que tuvieron mucho sentido el día que los escribí, pero que ahora no hay Zeus que los entienda; antes de volver a llamar llorando a algún alma caritativa que, con voz calmada, me re-explique aquello que sonaba a chino pero gracias a ella, ahora es tan claro como el agua; antes de volver a inflarme a comer mierdas calóricas por el estrés que acarrean los exámenes, mi cerebro ha decidido tomarse la última cena cual reo condenado a muerte. Ya que no le he premiado con un verano de lujo, pues se tendrá que buscar él solito la revancha a un par de años de puntuales ganas de cortarse las venas.
Y este año me plantearé la vida de una manera nueva: me voy a dejar las venas largas, porque me va a dar igual aprobar en la tercera convocatoria. Y si repito tres años, tres años más que tengo para vivir del cuento. Que Clemente ya me ha dicho que me aguanta vivendo en casa hasta los treinta.
Pero no se lo digáis a mi cerebro aún, que se crea que vuelve la destrucción posvacacional y que me deje disfrutar mientras.
domingo, agosto 28, 2011
Bien, me habéis pillado, no soy realmente submarina, solo alguien robó para mí branquialgas de algún despacho de profesor.
Agua que respiro.
El consiguiente extraño dolor de sienes que acarrea y que tarda un rato horrible en irse.
El consiguiente extraño dolor de sienes que acarrea y que tarda un rato horrible en irse.
sábado, agosto 27, 2011
.
Galicia sabe a mis raíces.
Miles de tonos de verde.
La Mancha huele a pasado.
Hay retazos de recuerdos.
En Madrid brilla el presente
y el aire suena a futuro.
Miles de tonos de verde.
La Mancha huele a pasado.
Hay retazos de recuerdos.
En Madrid brilla el presente
y el aire suena a futuro.
sábado, agosto 20, 2011
Au revoir (3, y por desgracia, último)
Me voy a disfrutar en remojo, que para algo soy una mandarina submarina.
No creo que nadie me eche de menos ya que no estáis en casita y ni me leeis ni nada.
No creo que nadie me eche de menos ya que no estáis en casita y ni me leeis ni nada.
temores
Cuando temo lo que pueda ser de mí el año que viene, pienso: Podría ser peor, hay gente matriculada en Filosofía. Y voluntariamente.
viernes, agosto 19, 2011
Añoro siempre lo que no tengo
Son innumerables las veces en las que me habéis leido quejarme de haber crecido, de seguir creciendo. De que el tiempo pase sin que pueda remediarlo.
Cuando tenía lo que ahora anhelo (una madre que jugaba conmigo cada tarde, que se disfrazaba, que se maquillaba, que cantaba a mi lado; la posibilidad de dormir hasta tarde, de leer hasta tarde; la inocencia de esperar ilusionada el cinco de enero; imaginarme en castillos huyendo del castillo del malvado Peritai con Mei; robar chuches del armario con un sigilo que ya desearían muchos gatos...) no quería otra cosa que ser mayor. Porque conocer a alguien de trece años imponía respeto. Ansiaba lo que ahora, por fin, tengo: irme de vacaciones sin mayores, llegar tarde a casa, comprarme mi ropa yo solita, poder llevar las uñas pintadas por la calle.
¿Echaré de menos esta etapa cuando sea aun mayor (lo que ahora considero ser vieja, la frontera de los treinta)? ¿Cuando tenga lo que ahora deseo? Ser madre joven de dos niñas biológicas y otra adoptada; tener mi propia casa y poder decorarla a mi gusto, tener mi propio dinero que fundir en mis innecesarias compras.
¿Porqué no aprovecho el presente que bien sé que no volverá?
Cuando tenía lo que ahora anhelo (una madre que jugaba conmigo cada tarde, que se disfrazaba, que se maquillaba, que cantaba a mi lado; la posibilidad de dormir hasta tarde, de leer hasta tarde; la inocencia de esperar ilusionada el cinco de enero; imaginarme en castillos huyendo del castillo del malvado Peritai con Mei; robar chuches del armario con un sigilo que ya desearían muchos gatos...) no quería otra cosa que ser mayor. Porque conocer a alguien de trece años imponía respeto. Ansiaba lo que ahora, por fin, tengo: irme de vacaciones sin mayores, llegar tarde a casa, comprarme mi ropa yo solita, poder llevar las uñas pintadas por la calle.
¿Echaré de menos esta etapa cuando sea aun mayor (lo que ahora considero ser vieja, la frontera de los treinta)? ¿Cuando tenga lo que ahora deseo? Ser madre joven de dos niñas biológicas y otra adoptada; tener mi propia casa y poder decorarla a mi gusto, tener mi propio dinero que fundir en mis innecesarias compras.
¿Porqué no aprovecho el presente que bien sé que no volverá?
jueves, agosto 18, 2011
bIpOLaR
Sí, me prometí dejar el tema "fin de vacaciones". Pero estoy recayendo...
Mi ex-profesor de latín, que escribía las erres minúsculas como si fueran mayúsculas, nos dijo que había leído que el hecho de mezclar los tipos de escritura era síntoma de padecer trastorno afectivo multipolar.
Mi problema no es (aún) tan obvio, pero estoy segura de que se reflejara de una manera similar en los próximos meses:
Llevo un tiempo deseando ser plenamente universitaria, pensando en qué me pondré el primer día (aunque todavía no lo tengo decidido, creo que lo haré la misma mañana y porque no me quede otra), imaginándome quién fingiré ser y soñando que conoceré al piratita que tanto tarda en aparecer.
Pero al mismo tiempo, me estresa el contar los días que me quedan para dejar de disfrutar de esta libertad, y no puedo evitarlo, aunque lo intente con toda la fuerza de voluntad que todavía me queda. Y me amarga... pensar que solo me siento libre cuando no tengo nada que hacer... que el tiempo feliz pasa demasiado rápido... que no me quedan tantos veranos de tres meses como desearía (y que probablemente este sea el último en el que ni siquera tenga que estudiar)... que añoro siempre lo que no tengo...
Mi ex-profesor de latín, que escribía las erres minúsculas como si fueran mayúsculas, nos dijo que había leído que el hecho de mezclar los tipos de escritura era síntoma de padecer trastorno afectivo multipolar.
Mi problema no es (aún) tan obvio, pero estoy segura de que se reflejara de una manera similar en los próximos meses:
Llevo un tiempo deseando ser plenamente universitaria, pensando en qué me pondré el primer día (aunque todavía no lo tengo decidido, creo que lo haré la misma mañana y porque no me quede otra), imaginándome quién fingiré ser y soñando que conoceré al piratita que tanto tarda en aparecer.
Pero al mismo tiempo, me estresa el contar los días que me quedan para dejar de disfrutar de esta libertad, y no puedo evitarlo, aunque lo intente con toda la fuerza de voluntad que todavía me queda. Y me amarga... pensar que solo me siento libre cuando no tengo nada que hacer... que el tiempo feliz pasa demasiado rápido... que no me quedan tantos veranos de tres meses como desearía (y que probablemente este sea el último en el que ni siquera tenga que estudiar)... que añoro siempre lo que no tengo...
lunes, agosto 15, 2011
Imagen de un espejo que nadie está mirando
Lo ven todo. Otorgan a cada ente una parte del conjunto. Solo ellos conocen cuál es el total.
Son infinitos los reflejos de un espejo en cada instante.
Son infinitos los reflejos de un espejo en cada instante.
martes, agosto 09, 2011
decapitación matricial automática
Buen título para un libro que hable sobre un asesino en serie que emplee algún fichero .m de matlab para elegir cuál sera su próxima víctima.
Le da a "Ejecutar" y listo, para no mancharse de sangre.
Le da a "Ejecutar" y listo, para no mancharse de sangre.
lunes, agosto 08, 2011
¡Cómo odio volver al barrio en septiembre!
Y no, todavía no he vuelto. Pero es que cotilleando por la blogsfera he visto que ya hay gente por ahí, y, sorprendentemente, sin la depresión que ello trae consigo, al menos en mi caso.
Pero es que, como mis veranos se parecen tantísimo, puedo asegurar como va a ser para mí volver este año. Dios, soy la cosa más masoca que conozco, ya me estoy amargando y me queda casi un mes de vacaciones...
Pues sí, me amargo mientras sigo en Galicia, tengo sueños que me dicen que en realidad he suspendido tres o cuatro asignaturas (y me despierto muy estresada cuando recuerdo que no me he traido ningún libro) y hago planes de estudio del año que viene. Y llego a Madrid, y me vuelvo a ir, esta vez a la playa, donde rezo para que se pare el tiempo, pero no lo hace. En el viaje de vuelta siempre suena "No quedan días de verano...", lo que contrubuye a mi desolación y ganas de morir. Después, de nuevo en Madrid, subimos las maletas desde el garaje en una pomposa marcha fúnebre. Al día siguiente vamos a por material escolar, y durante la semana que sigue, a por los libros de texto. Veo a la gente, con un saludable tono de piel mientras que yo sigo con mi blanco enfermizo. Luego empiezan las clases y el horror.
Este año será distinto: no tengo que ir (de momento) a por los libros de texto, pero acabo antes las vacaciones...
No pienso hablar de este tema hasta el día 4 por la noche. Procuraré pensar en cosas bonitas, como yo.
Pero es que, como mis veranos se parecen tantísimo, puedo asegurar como va a ser para mí volver este año. Dios, soy la cosa más masoca que conozco, ya me estoy amargando y me queda casi un mes de vacaciones...
Pues sí, me amargo mientras sigo en Galicia, tengo sueños que me dicen que en realidad he suspendido tres o cuatro asignaturas (y me despierto muy estresada cuando recuerdo que no me he traido ningún libro) y hago planes de estudio del año que viene. Y llego a Madrid, y me vuelvo a ir, esta vez a la playa, donde rezo para que se pare el tiempo, pero no lo hace. En el viaje de vuelta siempre suena "No quedan días de verano...", lo que contrubuye a mi desolación y ganas de morir. Después, de nuevo en Madrid, subimos las maletas desde el garaje en una pomposa marcha fúnebre. Al día siguiente vamos a por material escolar, y durante la semana que sigue, a por los libros de texto. Veo a la gente, con un saludable tono de piel mientras que yo sigo con mi blanco enfermizo. Luego empiezan las clases y el horror.
Este año será distinto: no tengo que ir (de momento) a por los libros de texto, pero acabo antes las vacaciones...
No pienso hablar de este tema hasta el día 4 por la noche. Procuraré pensar en cosas bonitas, como yo.
viernes, agosto 05, 2011
De porqué soy rara (si no ha quedado ya lo suficientemente claro)
Como bien se puede observar en Chicas malas, biblia de la psicología femenina donde las haya (todo lo que veáis en la primera parte de la película es tan cierto como la vida misma), las mujeres se sienten obligadas a no sentirse perfectas, al menos de cara a los demás. Con ello, lo que consigues al decir "estoy gorda" es que el resto del mundo te repita (otra vez) que estás estupenda, que qué envida das y que mires a tu alrededor, que no es que Beyoncé esté precisamente flaca y bien buena que está.
Lo que ves en Chicas malas es que Cady, que acaba de aterrizar en el mundo occidental y en el mundo de las nenas descubre que la vida no se divide en personas gordas y delgadas, que hay muchas cosas que se pueden tener mal. Cada una de las divinas se saca un defecto que solo pueden ver ellas mismas, y Cady se siente obligada a decir alguna estupidez, porque las demás la miran esperando a que, al menos, finja que odia alguna parte de ella.
Por eso mismo soy rara. Me miro al espejo y no veo más que defectos, aunque sé que para el resto del mundo pasan desapercibidos. Para que siga siendo así, lo que procuro hacer es callármelos, y así, creo yo, que nadie más se dará cuenta. Es algo difícil de hacer, porque, como le ocurría a Cady, a veces da la sensación de que soy una flipadilla cuando, en presencia de alguien me miro a un espejo y digo "Dios, qué piernas tengo" y demás tonterías con las que consigo (creedme) sentirme un poco mejor. Por supuesto, el leer revistas de moda no ayuda en nada a esto, porque por mucho que te convenzas de que es todo maquillaje y photoshop, algo de verdad tiene que haber para que todas salgan con esa tripa plana, ese moreno uniforme, y esas piernas kilométricas.
Claro está que yo también necesito que me repitan "Mandarina, eres divina" de vez en cuando, y por ello, delante de un reducido número de gente, en ocasiones digo los defectos (los obvios, que todo el mundo puede ver, no los complejos que considero lo suficientemente "ocultos" para que solo yo se capaz de odiarlos) para que me digan que ellas están peor y que estoy mucho más buena que el resto del universo.
¿No os pasa de vez en cuando que durante una semana o así os véis perfectas en cualquier sitio y desde cualquier ángulo? Es otra crueldad de la naturaleza: cuando ovulas tus ojos te mienten para que te sientas segura y así intentar llevar a cabo la finalidad de tu vida, que es perpetuar la especie. Después de esos, de cuatro a siete días, te ves otra vez como siempre (a excepción de los momentos en los que te miras en los espejos de los probadores) y te prometes volver al gimnasio con una tabla más... exigente que la anterior. Luego no lo cumples, y se vuelve a repetir todo.
Lo que ves en Chicas malas es que Cady, que acaba de aterrizar en el mundo occidental y en el mundo de las nenas descubre que la vida no se divide en personas gordas y delgadas, que hay muchas cosas que se pueden tener mal. Cada una de las divinas se saca un defecto que solo pueden ver ellas mismas, y Cady se siente obligada a decir alguna estupidez, porque las demás la miran esperando a que, al menos, finja que odia alguna parte de ella.
Por eso mismo soy rara. Me miro al espejo y no veo más que defectos, aunque sé que para el resto del mundo pasan desapercibidos. Para que siga siendo así, lo que procuro hacer es callármelos, y así, creo yo, que nadie más se dará cuenta. Es algo difícil de hacer, porque, como le ocurría a Cady, a veces da la sensación de que soy una flipadilla cuando, en presencia de alguien me miro a un espejo y digo "Dios, qué piernas tengo" y demás tonterías con las que consigo (creedme) sentirme un poco mejor. Por supuesto, el leer revistas de moda no ayuda en nada a esto, porque por mucho que te convenzas de que es todo maquillaje y photoshop, algo de verdad tiene que haber para que todas salgan con esa tripa plana, ese moreno uniforme, y esas piernas kilométricas.
Claro está que yo también necesito que me repitan "Mandarina, eres divina" de vez en cuando, y por ello, delante de un reducido número de gente, en ocasiones digo los defectos (los obvios, que todo el mundo puede ver, no los complejos que considero lo suficientemente "ocultos" para que solo yo se capaz de odiarlos) para que me digan que ellas están peor y que estoy mucho más buena que el resto del universo.
¿No os pasa de vez en cuando que durante una semana o así os véis perfectas en cualquier sitio y desde cualquier ángulo? Es otra crueldad de la naturaleza: cuando ovulas tus ojos te mienten para que te sientas segura y así intentar llevar a cabo la finalidad de tu vida, que es perpetuar la especie. Después de esos, de cuatro a siete días, te ves otra vez como siempre (a excepción de los momentos en los que te miras en los espejos de los probadores) y te prometes volver al gimnasio con una tabla más... exigente que la anterior. Luego no lo cumples, y se vuelve a repetir todo.
miércoles, agosto 03, 2011
¡Pídele perdón a Besitos!
A Kiwi le ha dado una pataleta. Pero pasamos de ella, como nos ha enseñado a hacer Super Nanny. Entonces coge a su osito Besitos y lo saca del carro y lo tira al suelo. Se tira ella también, y mientras llora y grita, da patadas a las paredes, dejándoles tatuadas las suelas de sus zapatos.
Entonces su madre se cabrea. Y mucho. Le dice "¡Pídele perdón a Besitos!" y Kiwi sabe que no hay escapatoria, que su madre no va a ceder a sus caprichos. No esta vez. Coge a Besitos del suelo y le da un abrazo. "Pídele perdón", repite su madre. Y Kiwi, con un arrepentimiento fingido y la pronunciación propia de una niña de dos años, dice "Perdón".
Y ahí estoy yo, viéndolo, intentando reprimir la risa que le robaría la autoridad a su madre.
Entonces su madre se cabrea. Y mucho. Le dice "¡Pídele perdón a Besitos!" y Kiwi sabe que no hay escapatoria, que su madre no va a ceder a sus caprichos. No esta vez. Coge a Besitos del suelo y le da un abrazo. "Pídele perdón", repite su madre. Y Kiwi, con un arrepentimiento fingido y la pronunciación propia de una niña de dos años, dice "Perdón".
Y ahí estoy yo, viéndolo, intentando reprimir la risa que le robaría la autoridad a su madre.
lunes, agosto 01, 2011
laverdadesquenosesoberqueescribir
estoyhartadeponerporescritoyalavistadetodoscosasquetardoañosdeconfianzaencontarleaunamigoperoqueselevaahacersinonoescribirianadaylairademanzanitacaeriasobremiapartedequenotendriacasivisitasunadesgracia
nisiqueralaquietuddeunaaldeavaciameofrecegrandeshistoriasdeficcionquesoloentiendoyocomopasabaveranosatrascreoqueestoesloquesignificahacersemayoryesunajodidamierda
estoyhartadeponerporescritoyalavistadetodoscosasquetardoañosdeconfianzaencontarleaunamigoperoqueselevaahacersinonoescribirianadaylairademanzanitacaeriasobremiapartedequenotendriacasivisitasunadesgracia
nisiqueralaquietuddeunaaldeavaciameofrecegrandeshistoriasdeficcionquesoloentiendoyocomopasabaveranosatrascreoqueestoesloquesignificahacersemayoryesunajodidamierda
Suscribirse a:
Entradas (Atom)