A Kiwi le ha dado una pataleta. Pero pasamos de ella, como nos ha enseñado a hacer Super Nanny. Entonces coge a su osito Besitos y lo saca del carro y lo tira al suelo. Se tira ella también, y mientras llora y grita, da patadas a las paredes, dejándoles tatuadas las suelas de sus zapatos.
Entonces su madre se cabrea. Y mucho. Le dice "¡Pídele perdón a Besitos!" y Kiwi sabe que no hay escapatoria, que su madre no va a ceder a sus caprichos. No esta vez. Coge a Besitos del suelo y le da un abrazo. "Pídele perdón", repite su madre. Y Kiwi, con un arrepentimiento fingido y la pronunciación propia de una niña de dos años, dice "Perdón".
Y ahí estoy yo, viéndolo, intentando reprimir la risa que le robaría la autoridad a su madre.
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