En un ramalazo de optimismo así que me viene de repente, con la risa a flor de piel, que dirían los Garaje Jack, me está dando por sonreír y ser feliz y sentirme chachi y dormir súper bien y esas cosas que no me pasan nunca.
En fin, y como tengo que meditarlo todo en vez de disfrutarlo, porque soy así de especial, me cuestiono: ¿y esto a qué viene ahora mismo?
"Mandarina está enamorada". Los cojones. A no ser que se trate de mi ordenador o de mi habitación desordenada o de los textos de Noguera o de la montaña de ropa por planchar que tengo aún pendiente, porque es lo único con lo que estoy quedando en estos días en los que nadie vive en este infierno lleno de asfalto que multiplica el calor por veinte.
No, ¿sabéis lo que pasa? Mi cerebro es consciente de que se le está acabando el chollo. Igual que antes de un tsunami, el agua del mar retrocede un huevo, pues lo mismo. Bua, no sé si está claro ese ejemplo, pero yo me entiendo. A ver si os lo explico: Antes de volver al horror de estar tardes enteras sentada en una silla tratando de descifrar toneladas de apuntes que tuvieron mucho sentido el día que los escribí, pero que ahora no hay Zeus que los entienda; antes de volver a llamar llorando a algún alma caritativa que, con voz calmada, me re-explique aquello que sonaba a chino pero gracias a ella, ahora es tan claro como el agua; antes de volver a inflarme a comer mierdas calóricas por el estrés que acarrean los exámenes, mi cerebro ha decidido tomarse la última cena cual reo condenado a muerte. Ya que no le he premiado con un verano de lujo, pues se tendrá que buscar él solito la revancha a un par de años de puntuales ganas de cortarse las venas.
Y este año me plantearé la vida de una manera nueva: me voy a dejar las venas largas, porque me va a dar igual aprobar en la tercera convocatoria. Y si repito tres años, tres años más que tengo para vivir del cuento. Que Clemente ya me ha dicho que me aguanta vivendo en casa hasta los treinta.
Pero no se lo digáis a mi cerebro aún, que se crea que vuelve la destrucción posvacacional y que me deje disfrutar mientras.
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