domingo, septiembre 18, 2011

Las zapachanclas

El juernes perdí un concurso que organizamos en mi clase, el de "a ver quién tiene las zapatillas más rotas".
Iba yo con mis super zapatillas de lona y goma, moradas, que están para chóped ya, que la suela de la parte de alante de una de ellas está despegada del resto, que ni con superglue se arregla, pero que sigo teniendo, las amo profundamente y me acompañarán en numerosos episodios de mi vida en los que espero que no llueva.
Dos compañeros de mi clase habían asegurado el día anterior que iban a ser los ganadores, pero aún así, mientras iba en la RENFE, visualizaba cómo sería yo quien les batiera.
Mi decepción al llegar a clase fue ver a uno de mis compañeros, que carece, como los demás, de nombre frutil, calzado con lo que denomina las "zapachanclas". Consiste en unas deportivas a las que se le ha recortado lo que sería medio círculo en la parte inferior, lo que estaría pegado a la suela, de la zona posterior. Como si se tratara de una de estas sandalias de las que se atan en el tobillo con una hebillita, pero en versión deportiva. Obviamente, nos dejó a los demás por los suelos.
Y me llevó a preguntarme: ¿porqué estamos tan orgullosos de tener las zapatillas más viejas, rotas y llenas de mierda en una sociedad consumista en el que las mejores y más caras zapatillas o el alto nivel económico son sinónimo de éxito? ¿es por la rebeldía que supone el que nuestras madres no las hayan tirado aún? ¿o es que podemos presumir de todo lo que hemos pisado con ellas, que en según que casos también representa pertenencia a la clase alta? ¿o simplemente es moda aparentar ser un jincha y luego tener mazo de pasta escondida debajo del colchón?

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